París.- PASADA la marea de emociones que dejó tras de sí la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos con sede en esta ciudad, muchos valoran en frío que se trató de una de las más espectaculares entre las vividas hasta hoy. Gustos particulares aparte, pocos se atreven a cuestionar que, por lo menos, se trató de la más transgresora, más allá de ser la primera de su tipo celebrada fuera de un estadio.
Varios de los detalles concebidos por Thomas Jolly terminaron en agradables sorpresas, quizás con el impecable regreso al show de Céline Dion, de cuya actuación se sigue hablando, y mucho. También impresionó el pebetero que quedó suspendido sobre los Jardines de las Tullerías, posición que no será fija, según aclararon horas más tarde los organizadores…
Resulta que la novedosa estructura descansará en el suelo durante el día y volverá a ascender cada noche a una altura de 60 metros. En las horas diurnas unas 10 000 personas podrán obtener boletos gratis para acercarse y tomarse fotos junto al pebetero, el primero de la historia que no utiliza combustibles fósiles.
También trascendió que el pebetero ecológico será utilizado durante los Juegos Paralímpicos que entre el 28 de agosto y el 8 de septiembre se celebrarán en la capital francesa…
Si bien la ceremonia fue planificada pensando siempre en la transmisión televisiva, algunos momentos no cobraron demasiada relevancia en el momento, como el gesto simbólico de la delegación de Argelia de lanzar rosas rojas al Sena durante el desfile.
¿El motivo? Rendir homenaje a las víctimas de lo que se conoce como la “Masacre de París”, acontecida el 17 de octubre de 1961, durante la guerra de independencia de esa nación norafricana. Ese día las fuerzas policiales francesas reprimieron brutalmente una manifestación de argelinos en París. Cientos de manifestantes fueron detenidos, torturados y, según estimaciones extraoficiales, entre 200 y 300 terminaron asesinados y arrojados al emblemático río.
Entre los hechos anecdóticos sucedidos durante el desfile naútico quedó el percance sufrido por el saltador de altura italiano Marco Tamberi, campeón de Tokio 2020 y abanderado de su país, quien cumpliendo esa función terminó perdiendo su anillo de boda, que fue a parar al fondo del río.
El destacado atleta contó lo sucedido en sus redes sociales y se consoló de una manera bastante poética. «Pero si tenía que suceder, si realmente voy a perder esta fe, no podría imaginar un lugar mejor. Quedará para siempre en el lecho del río de la ciudad del amor, volando mientras intentaba llevar la tricolor italiana lo más alto posible durante la ceremonia de apertura del evento deportivo más importante del mundo. Si tuviera que inventar una disculpa nunca habría sido tan imaginativo», escribió…
Además, durante la puesta en escena hubo espacio para la polémica, una de ellas relacionada con los guiños inclusivos a la comunidad LGTBQ+ y una posible representación en forma de parodia de la obra La última cena, de Leonardo Da Vinci.
No faltó quien desde la extrema derecha del espectro político francés consideró el momento como ofensivo y provocador, lo que obligó al director artístico a declarar que no había sido su intención, para sí evitar que el hecho escalara al nivel de escándalo.
Ya que hablamos de hechos alarmantes, habría que mencionar todo lo que se ha generado en torno a la selección femenina canadiense de fútbol, vigente campeona bajo los cinco aros.
La utilización de un dron para espiar los entrenamientos del elenco de Nueva Zelanda, al que venció en su primera presentación, llevó a la Fifa a sancionar a un año fuera de toda actividad vinculada con el fútbol a la directora técnica Beverly Priestman y dos de sus asistentes.
La seleccionadora decidió no sentarse en el banquillo durante ese partido, pero posteriormente la Federación Canadiense anunció su inmediato despido y encargó una investigación independiente sobre los hechos...
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