París.- PHRYGE es el personaje de moda por estos días. De color rojo y con la forma de un gorro frigio, la mascota de los presentes Juegos Olímpicos parece omnipresente en esta ciudad, dentro o fuera de las instalaciones de competencias.
Su imagen es habitual en carteles publicitarios y en casi –para no decir todos– los productos promocionales de la magna fiesta deportiva. No es extraño encontrarla caminando por los graderíos, intercambiando con el público o saludando a cuanto deportista se cruce en su camino.
Como símbolo de libertad y sustentada en el lema “Solos vamos más rápido, pero juntos más lejos”, Phryge tiene su versión para los Juegos Paralímpicos que desde el 28 de agosto también acontecerán en la capital francesa. Pero a diferencia de su versión convencional, le distingue la prótesis en una de sus piernas, además de llevar la inscripción de París 2024 en braille…
Las mascotas de los juegos olímpicos se estrenaron en la edición de invierno de Grenoble, en 1968, y cuatro años después la cita estival acogida por la ciudad alemana de Múnich se convirtió en la primera de su tipo en contar con una.
Waldi, un perro de la raza dachshund, fue el elegido en aquella edición, por su carácter representativo de la región de Baviera. Según sus creadores, pretendía ser referente de la resistencia, tenacidad y agilidad, cualidades que generalmente también caracterizan a los deportistas...
Luego vinieron otras muy famosas como el oso Misha de Moscú 1980 o Cobi, el perro de estilo cubista con que Barcelona 1992 se dio a conocer y que ha trascendido como una de las mascotas más populares de la historia olímpica.
Aunque la mayoría han sido inspiradas por animales autóctonos de las regiones o países que acogen las citas, otros ejemplos de diseños, basados en tradiciones o singularidades de un lugar específico, también han cumplido la función en varias convocatorias.
Entre estas últimas una de las menos mencionadas –quizás de ahí su poca trascendencia– es Izzy, la “rara” figura que acompañó la celebración de Atlanta 1996. La idea era llamarla Whatizit (del inglés What is it?, ¿Qué es esto?) y formando parte del diseño llevaba los aros olímpicos. Pero la imagen no “cuajó”, resultó poco atractiva y es una de las menos recordadas cuando de esos símbolos se habla…
Además de las mascotas, también son diferentes los logos encargados de identificar cada edición, pero existe solo uno que sirve de denominador común de todos. Se trata de la imagen de los cinco aros de color rojo, verde, azul, amarillo y negro que representan al movimiento olímpico y aparece estampada en la bandera del Comité Olímpico Internacional (COI).
El autor del emblema fue precisamente el Barón Pierre de Coubertin, fundador del movimiento olímpico de la era moderna. Su primer boceto apareció acompañado de la inscripción Citius, Altius, Fortius (Más Rápido, Más Alto, Más Fuerte), frase que se supone fue pronunciada por el padre dominico Henri Didon en la inauguración de un evento deportivo escolar en 1881.
Coubertin la adoptó para el movimiento que se proponía fundar y se quedó definitivamente como una de las imágenes que más ilustran el deporte a nivel mundial…
Aunque por ahora no se ha hecho demasiada referencia al tema, París 2024 cuenta con un tema musical oficial titulado Parade, creado por el francés Víctor Le Masne, quien asumió también la dirección musical de la ceremonia de apertura celebrada el pasado viernes.
Para la ocasión el destacado artista compuso una canción cautivadora, que en su melodía combina sutilmente sonidos sinfónicos y electrónicos para encarnar el espíritu dinámico y universal de los Juegos.
El tema fue interpretado por primera vez en vivo por la Orquesta Sinfónica de Marsella en el Palacio del Faro el pasado 8 de mayo, cuando llegó a esa ciudad del sur de Francia la llama olímpica a bordo del velero Belem.
Sin embargo, todo parece indicar que le tocará competir en el imaginario popular con la interpretación del Himno del amor, inmortalizado por Edith Piaf, que protagonizó ahora la cantante franco-canadiense Céline Dion como cierre de la noche inaugural.
Algo parecido sucedió en Barcelona 1992, cuando la canción Amigos para siempre, compuesta por Andrew Lloyd Webber, mucho menos recordada que la célebre Barcelona, interpretada por Freddy Mercury y Monserrat Caballé, que en poco tiempo se convirtió en el himno de esa edición.
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